El Vía Crucis del Cristo del Socorro

Escrito por José Luis Carralero Alarcín. Cronista de la Cofradía del Cristo del Socorro. 26-03-15.

Cuando a las 3.30 horas de la madrugada de Viernes de Dolores se trunque por unos momentos el silencio de una ciudad dormida, cuando por unos instantes la calle Concepción escuche en primera persona el sonido del primer cohete que anuncia la apertura de nuestra semana más grande, no sólo se pondrá en marcha la primera procesión de España -aquella que abre el Santísimo y Real Cristo del Socorro- sino que por nuestro interior aflorarán las más íntimas sensaciones imposibles de plasmar sobre un papel.

Media hora antes, bajo el cobijo de una carpa y ante nuestro Titular, se habrá realizado la imposición de escapularios a los nuevos hermanos de la Cofradía, para más adelante hacer realidad esa tradición que desde 1961, en su Tercera Época, año tras año realizan los herederos directos del Duque de Veragua (1691). Cada paso de nuestra procesión-Vía Crucis, cada una de sus estaciones, simbolizan esa estrecha unión donde la oración se funde con uno mismo, siendo sus únicos testigos aquella mirada perdida hacia el Cristo Moreno y los ojos de nuestra Madre la Soledad del Consuelo...

Mientras, una vieja Catedral -Santa María la de Arriba-, seguirá atenta al cortejo que rendirá su particular ofrenda floral a la Santísima Virgen del Rosell, allí a las puertas de Santa María la de Abajo. El mismo lugar donde el canto de la primera salve cartagenera dará paso más adelante a otra noche más mágica aún, acogiendo a las seis de la mañana la Basílica de la Caridad la realización de la primera misa de Viernes de Dolores en honor a Nuestra Santa Patrona.

Y es que un año más, el rezo, esparto y cera de los hermanos y hermanas del Socorro -la sencillez de una Cofradía grande- volverá nuevamente a caminar por la Cartagena más profunda, haciendo presente una de las más bellas tradiciones de este rincón mediterráneo. Y allí, en la Plaza San Ginés, tras la última estación, nuevamente se volverá a subir por la calle de las oraciones y las letanías -por la emblemática calle Concepción- buscando a su llegada la última de las pleitesías: la de dos mil años de historia de un teatro romano postrado ante los pies de la Cruz... Los treinta y tres Corazones del Socorro dan fe de ello.

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