'Coincidencias entre el pensamiento político de Ortega y Alexis de Tocqueville'
('Coincidences Between The Political Thought of Ortega and Alexis of Tocqueville')
Resumen.
Lo que se pretende con el presente trabajo es tratar de demostrar que
la influencia que tuvieron las ideas de Alexis de Tocqueville sobre el
pensamiento político de Ortega y Gasset fue bastante más importante de
lo que hasta ahora se ha expuesto por los distintos autores que se han
dedicado a su investigación. Muchas de las ideas de Ortega como
democracia, liberalismo, excelencia, aristocracia, hombre-masa, etc.,
coinciden en lo esencial con lo que pensaba el pensador francés.
Palabras
Clave: Alexis de Tocqueville, Ortega y Gasset, democracia, liberalismo,
libertad, igualdad, aristocracia, excelencia, tiranía de la mayoría,
hombre-masa, individuo democrático.
English
What
is intended with this article is to show that the influence of the
ideas of Alexis de Tocqueville on the political thought of Ortega y
Gasset was far more important of what until now has been exposed by the
different authors who have dedicated themselves to your research. Many
of the ideas of Ortega as the concept of democracy, liberalism,
excellence, the aristocracy, man-mass, etc., agree in essence wit what
the thought several years before the French thinker.
Key Words:
Alexis de Tocqueville, Ortega and Gasset, democracy, aristocracy,
excellence, tyranny of the majority, man-mass, democratic individual.
I. INTRODUCCIÓN
Con
el presente trabajo de investigación he tratado de poner de manifiesto
que existe una gran influencia del pensamiento político de Alexis de
Tocqueville sobre Ortega y Gasset, el cual siempre tuvo por aquél una
gran estima intelectual y le consideró como uno de los pensadores más
rigurosos e importantes del siglo XIX. Esto queda suficientemente
acreditado leyendo su artículo “Tocqueville y su tiempo”:
“Nada
garantiza mejor la autenticidad y, por tanto, el valor de una obra
intelectual como el hecho de que el autor se haya dedicado a sus
meditaciones y estudios movido por una necesidad íntima, es decir,
personal.
…..Es preciso que el asunto importe al autor como un
elemento de su existencia que ha hecho presa en él y lo lleva a la
rastra, como la fiera a su víctima.
Solo así se levantan unidos en la mente el infinito estado de alerta y el sentimiento de radical responsabilidad que hacen algo probable en el hombre ver las cosas como son.
Tocqueville es un ejemplo claro de esto. Era
incapaz de escribir por escribir. De aquí la escasez de su producción.
Sus dos únicos libros se ocupan de un mismo tema, tomado primero por su
anverso y luego por su reverso. Ese tema exclusivo de Tocqueville es la
democracia. Ya veremos como para él el reverso de la democracia, esto
es, la maquinaria en que la democracia consiste es la centralización. En
vez de centralización hoy solemos decir “intervencionismo del Estado”, y
si queremos emplear un vocablo antipático y bastante estúpido que ha
andado muy en boca en estos últimos quince años, hablaremos de
“totalitarismos”. (1) José Ortega y Gasset, “Tocqueville y su tiempo”,
O.C., Tomo IX pág. 328.
También en MEDITACIÓN DE EUROPA elogiará Ortega a Tocqueville tratándole de:
“hombre genial” (2) José Ortega y Gasset, Meditación de Europa, O.C., Tomo IX pág. 250.
En
su famosa obra “La democracia en América” Tocqueville expondrá sus
ideas principales sobre la democracia y llegará a la conclusión de que
en las sociedades modernas son las ideas democráticas las únicas que
tienen legitimidad y futuro.
Su predilección política, al igual que
Ortega, será el sistema democrático liberal, basado principalmente en la
igualdad y la libertad. Ambas son necesarias y complementarias,
constituyendo la igualdad el lado natural e institutivo de la
democracia, mientras que la libertad es el quehacer político de esa
misma democracia. Entiende Tocqueville que ambos elementos tienen que
conjugarse para que la democracia contribuya al perfeccionamiento moral
de los hombres. Este sentido se puede ver en las siguientes palabras de
Tocqueville:
“Usar a la democracia para moderar a la democracia.
Es el único camino que tenemos abierto para escapar del despotismo (…)
Más allá de eso todo es alocado e imprudente” (3) A. de Tocqueville,
Drafts Yale, CVk, Paquet 7cahier 2, página 52
El propio Ortega se
referirá a Tocqueville al señalar la posibilidad de degeneración de la
democracia en despotismo si nos dejamos llevar solo por la idea de
igualdad:
“La democracia por sí es enemiga de la libertad y por
su propio peso, si no es contenida por otras fuerzas ajenas a ella,
lleva al absolutismo mayoritario. Nueva prueba de que es el diabólico
vocablo una escopeta cargada que no debe dejarse manejar a esos párvulos
del pensamiento que son los políticos. Pero Tocqueville tiene mucho más
que decir sobre la democracia. Es él, por lo pronto, quien nos dice que
“elle inmaté rialise le despotisme”. Por supuesto, Aristóteles lo sabía
y lo decía más enérgicamente que nosotros: (…) La democracia radical es
una tiranía” (4) José Ortega y Gasset. Meditaciones de Europa. O.C.,
Tomo IX, página 250.
En mi opinión las ideas de Tocqueville
influirán de una manera bastante importante en el pensamiento político
de Ortega y Gasset, ya que éste coincidirá con gran parte de las
reflexiones de Tocqueville sobre la democracia y la libertad, pues ambos
defenderán algo tan esencial del liberalismo como es la libertad y el
respeto que la mayoría debe tener hacia las minorías. Según Tocqueville:
“El
que busca en la libertad otra cosa que la libertad misma, está hecho
para la servidumbre. No me pidáis que analice el goce sublime de
sentirse libre; es preciso haberlo vivido” (5) A. de Tocqueville. Obras
completas. Edición J.P. Mayer (Gallimard, 1952) I, p. 217.
Creo
también que es por la defensa incondicional del liberalismo democrático y
la libertad por lo que ambos pensadores gozan en este momento de una
indiscutible actualidad. Veamos lo que dice refiriéndose a Tocqueville
Francoise Mélonio:
“La obra de Tocqueville tiene un alcance
diferente por el hecho de ser un eslabón en la historia del liberalismo,
después de Montesquieu o Constant y antes del liberalismo democrático
moderno”. (6) Francoise Mélonio. Alexis de Tocqueville, París:
Gallimard, 1991, p. 274
Hasta que no he estudiado detenidamente
la obra de ambos pensadores no había podido apreciar con claridad esa
coincidencia de ideas políticas que existe entre Tocqueville y Ortega.
Veamos lo que dice Ortega en “La rebelión de las Masas” en relación
con el liberalismo:
“El liberalismo es el principio de derecho
político según el cual el poder político, no obstante ser omnipotente,
se limita a sí mismo y procura, aún a su costa, dejar hueco en el Estado
que él impera para que puedan vivir los que ni piensan ni sienten como
él, es decir, como los más fuertes, como la mayoría”. (7) José Ortega y
Gasset, La Rebelión de las masas. O.C. Alianza Editorial, Tomo 4, página
191
II. LOS OBJETIVOS POLITICOS DE TOCQUEVILLE
Tocqueville
llegará al convencimiento de que las actuales sociedades modernas
solamente aceptarán como legítimo un sistema democrático donde el
gobierno sea elegido como consecuencia del resultado de las urnas.
Para
su estudio sobre la democracia, Tocqueville viaja a Estados Unidos y
realiza un detallado análisis de la democracia americana, todo ello con
la finalidad de trasladar a Francia las conclusiones a las que pueda
llegar para que sean tenidas en cuenta y puedan evitar, en la medida de
lo posible, todas aquellas tendencias negativas que pueden deteriorar la
democracia en Francia.
Tocqueville se dará cuenta de que
existen tendencias positivas o buenas de la democracia que afloran lo
mejor de este sistema, pero que también existen tendencias negativas que
conducen a su degradación o perversión, llevando incluso a desembocar
en lo que él llamó “tiranía de la mayoría”. Esto es algo en lo que
varios años después Ortega va a coincidir plenamente con Tocqueville.
Veamos lo que dice Ortega en “La rebelión de las Masas”:
“La
civilización no es otra cosa que el ensayo de reducir la fuerza a ultima
ratio. Ahora empezamos a ver esto con sobrada claridad, porque la
“acción directa” consiste en invertir el orden y proclamar la violencia
como prima ratio; en rigor, como única razón. Es ella la norma que
propone la anulación de toda norma, que suprime todo intermedio entre
nuestro propósito y su imposición. Es la Charta Magna de la barbarie”
(8) José Ortega y Gasset, La Rebelión de las masas. O.C. Alianza
Editorial, Tomo 4, página 191.
Ambos pensadores se darán cuenta
que mientras las tendencias positivas de la democracia son las que
promueven el ejercicio de la libertad y la igualdad, favoreciendo el
progreso humano y moral, así como un mayor estado general de bienestar,
sin embargo las tendencias negativas conducen a todo lo contrario,
existiendo un alto riesgo de volverse en contra de la democracia. Para
Ortega el resultado principal del triunfo de estas tendencias negativas
conduce a la rebelión de las masas y el recurso a la “acción directa”,
mientras que para Tocqueville el mayor peligro de la democracia es caer
en el despotismo o lo que él llama “tiranía de la mayoría”, existiendo,
como vemos, una gran coincidencia entre ambos pensadores.
a) Cuestiones que favorecen las tendencias positivas de la democracia
Entre
las cuestiones principales que a juicio de Tocqueville favorecen las
tendencias positivas de la democracia estaría “la descentralización del
Estado”.
Tocqueville entiende que la descentralización
administrativa del Estado democrático es buena porque permite una amplia
participación de los ciudadanos en la vida pública, lo que favorece que
éstos se sientan útiles y se mantengan activos e interesados en la
resolución de los asuntos públicos o comunitarios.
“Creo las
instituciones provinciales útiles para todos los pueblos, pero ninguno
me merece tener una necesidad más real de esas instituciones que aquel
cuyo estado social es democrático. (…)ÂÂ en una aristocracia el pueblo
está al abrigo de los excesos del despotismo porque hay siempre fuerzas
organizadas dispuestas a resistir al déspota. Una democracia sin
instituciones provinciales no posee ninguna garantía contra males
semejantes. ¿Cómo hacer soportar la libertad en las grandes cosas a una
multitud que no ha aprendido a servirse de ella en las pequeñas? ¿Cómo
resistir a la tiranía en un país donde cada individuo es débil y donde
los individuos no están unidos por un interés común? Los que temen el
libertinaje y los que tienen miedo del poder absoluto deben, por tanto,
desear por igual el desarrollo gradual de las libertades provinciales”
(9) A. de Tocqueville, La Democracia en América I, París, Gallimard,
1951, página 97
También observa Tocqueville que esta
participación de los individuos en la vida pública se produce en la
democracia americana a través de diversas “asociaciones de ciudadanos”.
Verá que el asociacionismo facilita de una manera muy importante la
conexión entre lo individual y lo público.
“El asociacionismo
es la mediación principal entre el interés individual y el espíritu
público porque arranca a los individuos de sus quehaceres particulares,
disminuye su provincianismo y desarrolla la capacidad de acción
colectiva” (10) A. de Tocqueville. La Democracia en América I, página
230-231.
El autor de La Democracia en América observa que el
asociacionismo favorece no solo que el individuo dedique su tiempo
exclusivamente a sus intereses particulares, sino que también emplee de
forma voluntaria parte de su tiempo a la actividad colectiva o pública.
Esto es algo que está bastante relacionado con lo que él llama “la
doctrina del interés bien entendido”. Veamos algo de lo que señala sobre
dicha doctrina:
“Lo que no era más que una observación aislada,
se hace una doctrina general, y se cree, en fin, descubrir que al
servir el hombre a sus semejantes se sirve a sí mismo”. (11) A. de
Tocqueville. Libro segundo, capítulo 9, parte tercera.
Hay que
decir que esa descentralización del Estado a la que se refiere
Tocqueville también está muy en consonancia con la descentralización u
organización de España en regiones propuesta en su momento por Ortega y
Gasset. Veamos lo que dice Ortega sobre esto:
“Creemos una
potente vida local. Excitemos a los provinciales, tesoro energético aún
intacto y sin aprovechar, para que sientan el orgullo y el afán de regir
sus propios destinos” (12) José Ortega y Gasset, O.C. Alianza
Editorial, 1983, Tomo 11, página 248.
Tanto Ortega como
Tocqueville entenderán en el momento que a cada uno le tocó vivir que, a
diferencia de lo que ocurre en un Estado centralizado, la
descentralización facilita la creación de asociaciones de ciudadanos que
sirven de contrapeso al gobierno Central, lo que favorece no solamente
el poder criticar al Estado, sino también limitar su poder.
Lógicamente,
esto es algo que solo puede darse en los sistemas democráticos, ya que
este tipo de actuaciones sería totalmente impensable en los regímenes
totalitarios puesto que en estos sistemas estarían prohibidas todo tipo
de asociaciones. Valores tan importantes como el derecho de libertad de
asociación solo se permiten en un sistema democrático. Veamos en
palabras de Tocqueville la importancia que a su juicio tienen las
distintas asociaciones:
“No se trata aquí de las asociaciones
políticas. Las asociaciones políticas que existen en los Estados Unidos
no son más que un detalle en medio del inmenso cuadro que presenta el
conjunto de las asociaciones: (…) En mi opinión, no hay nada que merezca
más nuestra atención que las asociaciones intelectuales y morales de
América. Las asociaciones políticas de los americanos nos resultan
fácilmente evidentes, pero las otras se nos escapan, y si las
descubrimos, las comprendemos mal porque casi nunca tenemos nada
semejante. Sin embargo, se debe reconocer que tan necesarias son ésas al
pueblo americano como las primeras, y quizá más” (13) A. de
Tocqueville, La Democracia en América II París, Gallimard, 1951, página
147-150
Ambos pensadores también van a coincidir en que la
descentralización del Estado y el asociacionismo de los ciudadanos
favorece que estos se interesen por la política, así como también que se
produzca un mayor bienestar de la sociedad, ya que ven que es más
eficaz la gestión de los problemas en el lugar donde estos se producen
que si pretenden resolverse desde la lejanía del poder central.
b) Soluciones principales que propone Tocqueville para vencer las tendencias negativas de la democracia
Además
de contemplar como algo necesario la realización de una adecuada
descentralización del Estado, Tocqueville también propone la adopción de
otra serie de medidas que cree imprescindibles para conseguir atajar
los males de la democracia, entre las cuales se encontrarían las
siguientes:
1) La salvaguardia de la libertad individual
Tocqueville
defenderá la independencia del individuo frente a cualquier
intromisión, venga ésta de donde venga, bien sea de los otros individuos
o del propio Estado. Esto lo deja claro Tocqueville al final de su obra
La Democracia en América:
“Fijar al poder social límites
extensos, pero visibles e inmóviles, dar ciertos derechos a los
particulares y garantizarles el goce indiscutible de esos derechos,
conservar al individuo la poca independencia, fuerza y originalidad que
le quedan, alzarlo al lado de la sociedad y sostenerlo frente a ella;
tal me parece ser el primer objeto del legislador en la época en que
entramos” (13) A. Tocqueville, La Democracia en América II, París,
Gallimard, 1951, página 385
2) Permitir la existencia de una clara libertad de prensa (libertad de pensamiento y expresión)
“No hay ninguna asociación democrática que no tenga necesidad de un periódico.
Entre
las asociaciones y los periódicos existe, pues, una relación necesaria.
Los periódicos forman las asociaciones y las asociaciones hacen los
periódicos, y si es cierto como se ha dicho que las asociaciones deben
multiplicarse a medida que las condiciones se igualan, no lo es menos
que el número de periódicos crece a medida que las asociaciones
aumentan.” (14) A. de Tocqueville. La democracia en América. Libro
segundo, segunda parte, capítulo sexto, página 565.
“La
soberanía del pueblo y la libertad de prensa son, pues, dos cosas
enteramente correlativas: la censura y el voto universal son, por el
contrario, dos cosas que se contradicen y no pueden encontrarse largo
tiempo en las instituciones políticas de un mismo pueblo”. (15) A.
Tocqueville. La democracia en América. Libro segundo, segunda parte,
capítulo tercero, página 227.
3) Garantizar la independencia del poder judicial y de la institución del jurado popular
“Importa,
sin duda, para la seguridad de cada uno que el poder judicial esté
separado de todos los demás” (16) A. de Tocqueville. La democracia en
América. Libro primero, primera parte, capítulo octavo, página 153.
4) Que
esté permitida la libertad de asociación ya que, como anteriormente
hemos señalado, en esto verá Tocqueville un contrapeso muy importante
sobre el poder.
“En nuestro tiempo, la libertad de asociación ha llegado a ser una garantía necesaria contra la tiranía de la mayoría.
……..
no hay país donde las asociaciones sean más necesarias, para impedir el
despotismo de los partidos” (17) A. de Tocqueville. La democracia en
América. Libro primero, segunda parte, capítulo cuarto.
5)
Favorecer lo que él llama “el interés bien entendido”. Esto consiste en
educar a los individuos en la idea de que puedan descubrir que su
interés particular y el de la comunidad no son incompatibles, sino que
cuando se hace algo por cualquiera de ellos se está al mismo tiempo
favoreciendo al otro.
“no temo decir que la doctrina del
interés bien entendido me parece la más apropiada de todas las doctrinas
filosóficas para las necesidades de los hombres de nuestro tiempo y que
veo en ella la más poderosa garantía contra ellos mismos que les queda”
(18) A. de Tocqueville, La Democracia en América II, p. 162
“Al
servir el hombre a sus semejantes se sirve a sí mismo”. (19) A. de
Tocqueville. La democracia en América. Libro segundo, Parte tercera,
capítulo noveno.
c) Coincidencias principales entre Tocqueville y Ortega
Las
coincidencias principales entre el pensamiento político de Tocqueville y
el de Ortega las podemos apreciar, entre otras, en las siguientes
cuestiones:
1.- Ambos defienden el liberalismo democrático como el mejor sistema político.
“La
forma que en política ha representado la más alta voluntad de
convivencia es la democracia liberal. Ella lleva al extremo la
resolución de contar con el prójimo y es prototipo de la “acción
indirecta”. (20) José Ortega y Gasset, La Rebelión de las Masas, O.C.
Tomo 4, página 191.
2.- Otra de las cosas en que
Tocqueville y Ortega estarán claramente en sintonía será en que hay que
enseñar a los ciudadanos a que sientan aprecio por la “excelencia”.
Tanto el tener en gran estima a la excelencia, como el afán por el
desarrollo de las capacidades más elevadas del ser humano, son
cuestiones que ambos entienden que son fundamentales para aumentar los
beneficios de la democracia y minimizar sus inconvenientes.
“la
democracia por la que Ortega siente viva repugnancia es aquella que ha
buscado la nivelación de los hombres, basada en la eliminación de los
mejores” (21) Javier F. Lalcona, El idealismo político de Ortega y
Gasset. Cuadernos para el diálogo, 1974, pág. 192.
3.-
También los dos son partidarios de un sistema democrático que esté
basado en la representación. Tocqueville sostiene que un sistema
democrático basado en la representación favorece el atajar la
implantación de una “tiranía de la mayoría”. A la hora de elegir entre
“representación” y “delegación” no tiene duda en afirmar que para
salvaguardar la democracia lo más acertado es optar por un sistema de
representación. Veamos lo que piensa sobre esto Tocqueville, según la
interpretación de J. Stuart Mill:
“Los gobiernos son representantes de los ciudadanos y no meros delegados de las decisiones previas de la mayoría.
De ahí que el interés del pueblo estriba en elegir como sus gobernantes a las personas más instruidas y capaces.
De
esta forma, el poder de la mayoría sería ejercido por medio de una
minoría ilustrada, aunque responsable en última instancia ante la
mayoría que le ha designado para que le represente. (22) J.S.Mill “Sobre la democracia en América”, en J.S.Mill, Sobre la libertad,
comentarios a Tocqueville, Espasa-Calpe, Austral, Madrid 1997, pág. 277.
4.- También Ortega y Tocqueville van a tener muy claro que solo a través de la democracia es posible la legitimación del poder.
“El
parlamento ha sido pensado como órgano expresivo de la voluntad
popular. En nuestro tiempo, no solo teóricamente corresponde al pueblo
la soberanía, sino que la organización de la vida moderna, tan solidaria
y porosa que sobre cualquier punto social hace actuar el resto,
obligaría en cualquier instante a contar con él. Con fórmula negativa
resulta esto más evidente: en una nación contemporánea sería imposible
gobernar contra la voluntad popular, cosa que en otras latitudes
históricas ha sido muchas veces un hecho constituido” (23) José Ortega y
Gasset, Ideas políticas, O.C. Tomo 11, página 36.
5.-
Tanto uno como otro defienden la descentralización territorial del
Estado y el asociacionismo para conseguir la participación de los
ciudadanos. Ambos están convencidos de que solo a través de la
descentralización territorial se puede conseguir involucrar y
comprometer voluntariamente a los ciudadanosÂÂÂÂÂÂÂ en los asuntos públicos.
Veamos algo de lo que nos dice sobre esto Tocqueville en su obra “La
democracia en América”:
“Lo que admiro más en Norteamérica, no
son los efectos administrativos de la descentralización, son sus efectos
políticos. En los Estados Unidos, la patria se siente en todas partes.
Es venerada desde la aldea hasta la Unión entera. El habitante se liga a
cada uno de los intereses de su país como a los suyos mismos” (24) A.
de Tocqueville. La Democracia en América. Editorial Trotta, 2019. Libro
primero, capítulo 5, p. 100.
“Ortega planteaba una triple vía de
la política nacional: Reforma Constitucional, Descentralización y
Política Social”. (25) Javier Zamora Bonilla, Ortega y Gasset. Plaza y
Janés, 2002, pág. 191.
6.- Al igual que Tocqueville,
también Ortega fue más allá del liberalismo clásico y puso en cuestión
las supuestas bondades del capitalismo y de la regulación automática a
través de las leyes del mercado defendidas por Adams Smid. Ortega va a
coincidir con Tocqueville en que la regulación o intervención del Estado
es necesaria para así tratar de conseguir que se produzca una
redistribución de los beneficios lo más justa posible entre el capital y
los trabajadores. Ambos creen firmemente que frente al capitalismo y la
libertad de mercado es necesario aplicar medidas preventivas de
justicia social capaces de contrarrestar los excesos del capitalismo y
el mercado.
“El pensamiento liberal contemporáneo tiene mucho que aprovechar de las ideas de Ortega y Gasset.
Ante
todo, redescubrir que, contrariamente a lo que parecen suponer quienes
se empeñan en reducir el liberalismo a una receta económica de mercados
libres, reglas de juego equitativas, aranceles bajos, gastos públicos
controlados y privatizaciones de empresas, aquél es, primero que nada,
una actitud ante la vida y ante la sociedad, fundada en la tolerancia y
el respeto, en el amor por la cultura, en una voluntad de coexistencia
con el otro, con los otros, y en una defensa firme de la libertad como
un valor supremo que es, al mismo tiempo, motor del progreso material,
de la ciencia, las artes y las letras, y de esa civilización que ha
hecho posible al individuo soberano, con su independencia, sus derechos y
sus deberes en permanente equilibrio con los de los demás, defendidos
por un sistema legal que garantiza la convivencia en la diversidad.”
(26) Mario Vargas Llosa. De su conferencia pronunciada en la Residencia
de Estudiantes de Madrid el 23-05-2006 “Rescate Liberal de Ortega y
Gasset
“Ortega no advierte que una reflexión moderna del fenómeno
va necesariamente unida a la economía. Ortega pensó y planteó un
liberalismo exento de las servidumbres de la economía". (27) Conferencia
que dio José Luis L. Aranguren con motivo al homenaje a Ortega
organizado por la Federación de Clubs Liberales de España en la sede del
Instituto Internacional Miguel Ángel, 8 de Madrid
7.-
También los dos pretenderán que la democracia esté encaminada a prevenir
los varios peligros que la acechan. El objetivo de ambos estará
dirigido a construir en cada sociedad la mejor democracia posible a base
de tratar de conciliar los principios de igualdad, libertad, tolerancia
y excelencia, intentando así de evitar la “tiranía de la mayoría” a la
que se refiere Tocqueville o la “acción directa” según Ortega.
“Si
existiera una sociedad en la cual el partido más poderoso estuviera en
estado de reunir fácilmente sus fuerzas y de oprimir al más débil, se
podría considerar que la anarquía reina” (28) A. de Tocqueville. La
democracia en América. Libro primero, segunda parte, capítulo tercero,
página 227.
“La omnipotencia me parece en sí una cosa mala y
peligrosa……..No hay, pues, sobre la tierra autoridad tan responsable en
sí misma, o revestida de un derecho tan sagrado, que yo quisiere dejar
obrar sin control y dominar sin obstáculos. Cuando veo conceder el
derecho y la facultad de hacerlo todo a un poder cualquiera, llámese
pueblo o rey, democracia o aristocracia, digo: Aquí está el germen de la
tiranía” (29) A. de Tocqueville. La democracia en América. Libro
primero, segunda parte, capítulo séptimo, página 302.
“Conviene
recordar que en todo tiempo, cuando la masa, por uno u otro motivo, ha
actuado en la vida pública, lo ha hecho en forma de “acción directa”.
Fue, pues, siempre el modo de operar natural de las masas. Y corrobora
enérgicamente la tesis de este ensayo el hecho presente de que ahora,
cuando la intervención directora de las masas en la vida pública ha
pasado de casual e infrecuente a ser lo normal, aparezca la “acción
directa” oficialmente como norma reconocida” (30) José Ortega y Gasset,
La Rebelión de las masas. O.C. Alianza Editorial, Tomo 4, página 191.
8.-
También entre el “individuo democrático” de Tocqueville y el
“hombre-masa” que refiere Ortega existen muchos paralelismos y
coincidencias. Tanto el hombre-masa de Ortega como el individuo
democrático de Tocqueville son reflejo de una democracia degradada
producto de ese individuo acomodaticio y devaluado que al no ser capaz
de esforzarse para tratar de ir más allá de sí mismo se deja llevar por
la opinión de los demás y se refugia en los bienes materiales.
“El
poder público tiende siempre y dondequiera a no reconocer límite
alguno. Es indiferente que se halle en una sola manoÂÂÂÂÂÂÂ o en la de todos.
Sería,
pues, el más inocente error creer que a fuerza de democracia esquivamos
al absolutismo. Precisamente lo que ocurre es todo lo contrario, ya que
no hay autocracia más feroz que la difusa e irresponsable mayoría del
demos. Por eso, el que es verdaderamente liberal mira con recelo y
cautela sus propios fervores democráticos y, por decirlo así, se limita a
sí mismo” (31) José Ortega y Gasset, Ideas de los Castillos, Obras
completas, Tomo 2, Alianza Editorial, 1ª edición, 1983, pág. 425.
d) El individuo democrático de Tocqueville y el hombre-masa de Ortega
Lo
que yo he observado es que tanto el individuo democrático de
Tocqueville como el hombre-masa de Ortega responden a un tipo de persona
que se ha quedado rezagada en la sociedad debido a que no ha sido capaz
de realizar el esfuerzo necesario para conseguir estar a la altura de
los mejores. Como este individuo se encuentra tan lejos de aquellos que
le han superado y tampoco está dispuesto a realizar el esfuerzo
necesario para poderlos alcanzar, la salida que ve más fácil para
soportar su existencia la encuentra al amparo de los bienes materiales y
en tratar de anular a todo el que le sobresale apoyando la tiranía de
la mayoría o la rebelión de las masas.
“El individuo democrático
de Tocqueville trata de anular toda excelencia individual mediante la
imposición tiránica del designio mayoritario”. (32) Esta reflexión de
Tocqueville la pone de manifiesto S. GINER en su trabajo Sociedad-Masa:
crítica del pensamiento conservador, Barcelona, Península, 1979, p. 88
También sobre el excesivo amor a los bienes materiales nos dice Tocqueville lo siguiente:
“El
materialismo es, en todas la naciones, una enfermedad peligrosa del
género humano, pero debe temerse particularmente en un pueblo
democrático”. (33) A. de Tocqueville. La democracia en América, segunda
parte, capítulo décimo quinto, p. 592
Por su parte, el
hombre-masa de Ortega también se corresponde con un tipo de hombre que
no tiene el más mínimo afán de superación. Como suele decirse, es un
hombre del montón que no siente la más mínima inquietud por la
mediocre situación en que se encuentra.
Este hombre-masa al que se
refiere Ortega también es un tipo de hombre que se ha quedado rezagado.
Es una especie de cascarón hueco que ni se atreve ni quiere pensar por
sí mismo, careciendo por ello de una autonomía propia, de un auténtico
yo.
“el hombre que analizamos se habitúa a no apelar de sí mismo a ninguna instancia fuera de él. Está satisfecho tal y como es…
Nunca el hombre-masa hubiera apelado a nada fuera de él si la circunstancia no le hubiera forzado violentamente a ello…
Recuérdese
que al comienzo distinguíamos al hombre excelente del hombre vulgar
diciendo que aquél es el que se exige mucho así mismo, y este, el que no
se exige nada, sino que se contenta con lo que es, y está encantado
consigo”. (34) José Ortega y Gasset. La Rebelión de las masas. O.C. Tomo
IV, página 180-181.
Tanto el individuo democrático como el
hombre-masa optarán por la vía del mínimo esfuerzo, renunciando a algo
tan importante como es perseguir el ideal de excelencia, quedando
instalados en la mediocridad. A esto también hay que añadir el desprecio
que tanto el individuo democrático como el hombre-masa sienten por algo
tan importante como son los derechos y libertades individuales de las
personas.
“El hombre-masa, dice Ortega, es hostil al liberalismo.
Frente al liberalismo que siempre entiende que quedan partes privativas
del individuo, donde no puede entrar lo social ni mucho menos el
Estado, la rebelión de las masas se caracteriza por el politicismo
integral o, lo que es lo mismo, el intento de disolución de la persona
en lo colectivo” (35) Javier Zamora Bonilla, Ortega y Gasset, Plaza y
Janés, 2002, pág. 423.
CONCLUSION
Lo
que he tratado de demostrar en este breve trabajo de investigación es
que existe una coincidencia entre el pensamiento político de Alexis de
Tocqueville y el de José Ortega y Gasset mayor de la que se venía
apreciando hasta ahora por los distintos analistas en todo aquello
referente a la democracia, el liberalismo democrático, la defensa de la
libertad, la descentralización del Estado, así como en la conciliación
de los principios de participación y excelencia, libertad e igualdad,
cuestiones estas que constituyen preocupaciones centrales en las
reflexiones intelectuales y políticas de ambos pensadores.
En lo
primero que ambos van a coincidir es que solo a través de la democracia
es posible la legitimación del poder. Tocqueville ya vio en su tiempo
que, a diferencia de lo que había ocurrido anteriormente, ya era un
hecho imparable que la única posibilidad de legitimación del poder solo
era posible a través del voto de los ciudadanos.
Ahora bien,
entre las varias opciones que permite la democracia los dos se van a
inclinar claramente por el liberalismo democrático como el mejor sistema
político, ya que este es el tipo de democracia que en mayor medida
garantiza la defensa de las libertades individuales de las personas.
Como recuerda Alain Renaut,
“El
liberalismo político de Tocqueville sitúa la humanidad del hombre en su
capacidad de afirmar su individualidad ya que en esta es donde se pone
en juego la propia libertad del ser humano” (36) Renaut, Alain:
Qu´est-ce qu´un penple libre?, París, 2005, p. 184
Tocqueville y
Ortega defienden por encima de todo al individuo y sus libertades, tanto
frente al poder del Estado como el de la sociedad. El liberalismo tal y
como ambos lo entendieron implica la igualdad de derechos y la igualdad
de oportunidades para que todos desarrollen sus capacidades. Por tanto,
su apuesta no es por el liberalismo económico tradicional, sino por un
liberalismo cuyo objetivo primordial era la defensa de la libertad de
los individuos tanto frente al poder del Estado como frente al poder de
la mayoría. Los dos fueron más allá del liberalismo clásico y pusieron
en cuestión las supuestas bondades del capitalismo y de la regulación
automática a través de las leyes del mercado defendidas por Adam Smith,
ya que ambos entienden que la regulación o intervención del Estado es
necesaria para contrarrestar los excesos del capitalismo y asegurar una
mayor justicia social mediante una redistribución de los beneficios lo
más justa posible entre el capital y los trabajadores.
Los dos son claramente partidarios de la democracia, pero también son conscientes de que existen tendencias positivas y negativas de la democracia que pueden contribuir en el caso de las primeras al aumento del bienestar general, mientras que las tendencias negativas pueden fácilmente volverse contra la democracia.
Entre los principales
peligros que ven para la democracia se encuentra lo que Tocqueville
calificó como “tiranía de la mayoría” y Ortega como “la rebelión de las
masas”. Esto será para ellos la tendencia más negativa de la democracia,
ya que supone el triunfo absoluto de la igualdad y su posible deriva
hacia un despotismo democrático que se opone a los principios de
excelencia y libertad que ambos defienden, llevando a una sociedad
inmersa en la mediocridad.
ÂÂÂÂÂ
Tocqueville entendió que la forma más
eficaz para prevenir la tiranía de la mayoría se consigue a través de
la descentralización del Estado y permitiendo y fomentando las
asociaciones civiles. Veamos lo que nos dice sobre esto último:
ÂÂÂÂÂ “en
nuestra época, el derecho de asociación se ha convertido en una
garantía necesaria contra la tiranía de la mayoría” (37) A. de
Tocqueville, La Democracia en América I, p. 186
Sobre la
posibilidad que planteaba Tocqueville de degeneración de la democracia
en tiranía de la mayoría o despotismo va a referir Ortega lo siguiente:
ÂÂÂÂÂ “La
democracia por sí es enemiga de la libertad y por su propio peso, si no
es contenida por otras fuerzas ajenas a ella, lleva al absolutismo
mayoritario. Nueva prueba de que es el diabólico vocablo una escopeta
cargada que no debe dejarse manejar a esos párvulos del pensamiento que
son los políticos. Pero Tocqueville tiene mucho más que decir sobre la
democracia. Es él, por lo pronto, quien nos dice que “elle inmaté
rialise le despotisme”. (38) José Ortega y Gasset. Meditaciones de
Europa. O.C., Tomo IX, p. 250.
Para moderar este vicio de la
democracia ambos apuestan por el equilibrio entre libertad e igualdad,
viendo en el sistema democrático liberal la mejor vía para conseguirlo.
Entienden que este sistema político es el mejor posible, ya que defiende
algo tan esencial como es la libertad y el respeto que la mayoría debe
tener hacia las minorías. Veamos lo que dice Ortega sobre el
liberalismo:
“El liberalismo –conviene hoy recordar esto- es la
suprema generosidad: es el derecho que la mayoría otorga a la minoría y
es, por tanto, el más noble grito que ha sonado en el planeta. Proclama
la decisión de convivir con el enemigo: más aún, con el enemigo débil”.
(39) José Ortega y Gasset, La Rebelión de las masas. O.C. Alianza
Editorial, Tomo 4, página 192
La descentralización territorial
del Estado y el asociacionismo para conseguir la participación de los
ciudadanos también será defendida por ambos, ya que están convencidos de
que la descentralización territorial es necesaria para que los
ciudadanos se sientan útiles y se comprometan voluntariamente en la
resolución de los asuntos comunitarios. Entienden que el asociacionismo
facilita de una manera muy importante la conexión entre lo individual y
lo público. Las asociaciones de ciudadanos no solamente pueden dar
respuesta a todo tipo de reivindicaciones, sino que desempeñan un papel
de primer orden en el ejercicio público de la libertad democrática, lo
cual permite cerrar el paso a la amenaza del despotismo estatal.
Otra
de las cosas que he observado es que Tocqueville y Ortega van a
coincidir en el aprecio que sienten por la excelencia. Ambos tendrán en
gran estima el desarrollo de las capacidades más elevadas del ser
humano, ya que entienden que son fundamentales para aumentar los
beneficios de la democracia y minimizar sus inconvenientes. Según nos
dice LAMBERTI sobre Tocqueville,
“Toda su obra es un inmenso
esfuerzo para trasponer a la democracia, y en beneficio suyo, los
valores aristocráticos y, en primer lugar, el gusto por la excelencia
humana” (40) J.C. LAMBERTI, Tocqueville et les deux démocraties, p. 77
Tanto
Tocqueville como Ortega también van a tener muy claro que debe
fomentarse una cultura democrática dirigida a la consecución de una
opinión pública crítica e independiente.
La democracia que ellos
defienden no tiene que estar reñida con la aspiración a la excelencia
humana. Ortega habla claramente de la importancia de la superación
personal y la necesidad de que los mejores sean el faro que ilumine a
las mayorías y en esa línea Tocqueville dice lo que sigue:
“es
necesario que todos los que se interesen por el futuro de las sociedades
democráticas se unan y que todos, de común acuerdo, realicen continuos
esfuerzos para propagar en esas sociedades la afición al infinito, el
sentimiento de lo grande y el amor a los goces inmateriales” (41) A. de
Tocqueville, La Democracia en América II, p. 186
Tocqueville y
Ortega promueve la idea justa de libertad democrática, pero sin que ello
suponga el abandono de la aspiración a la excelencia que se encuentra
en la libertad aristocrática. Tocqueville entiende que:
“la
libertad puede ofrecerse al espíritu humano bajo dos formas distintas.
Se puede ver en ella el uso de un derecho común o el goce de un
privilegio. (42) A. de Tocqueville, Estado Social y Político de Francia
antes y después de 1789, Madrid, Alianza, 1982, página 38
Por su
parte, Ortega justificará la importancia que da al principio
aristocrático, a los mejores, en base a que la excelencia que encarnan
los más cualificados o aptos en cada ámbito social son los que mejor
podrán hacer posible el progreso y perfeccionamiento de la sociedad. Lo
ideal para él era que las masas estuvieran alumbradas por el ejemplo y
la excelencia de los mejores. Esta distinción que realiza Ortega entre
los más aptos y los menos aptos es también la que se identifica con
minorías y masas respectivamente. Veamos lo que dice Ortega en su
artículo de fecha 1 de mayo de 1913 titulado “Socialismo y
Aristocracia”:
“Aristocracia quiere decir estado social donde influyen decisivamente los mejores.
No
se entienda, desde luego, gobierno de los mejores, porque esto sería
una manera pequeña de ver la cuestión. A mí no me importa que no
gobiernen, es decir, que no dispongan de medios violentos para
imponerse. Lo que me importa es que, gobernando o no, las opiniones más
acertadas, más nobles, más justas, más bellas, adquieran el predominio
que les corresponde en los corazones de los hombres. Para esto es
necesario que haya tales opiniones, y para que las haya no existe otro
procedimiento que suscitar, que hacer posibles hombres sabios, justos y
de sentimientos delicados. La humanidad no puede vivir sin aristócratas,
sin fuertes hombres óptimos” (43) José Ortega y Gasset. Socialismo y
Aristocracia. O.C. Tomo X, pág. 239
En este sentido nos viene a decir Javier F. Lalcona sobre Ortega lo siguiente:
“la
democracia por la que Ortega siente viva repugnancia es aquella que ha
buscado la nivelación de los hombres, basada en la eliminación de los
mejores” (44) Javier F. Lalcona, El idealismo político de Ortega y
Gasset. Cuadernos para el diálogo, 1974, pág. 192.
Por el
contrario, tanto Tocqueville como Ortega van a describir con una
extraordinaria agudeza intelectual al hombre democrático uno y al
hombre-masa el segundo, ambos muy parecidos, indicándonos como son este
tipo de personas y sobre todo cómo deberían ser para evitar su
degradación y no caer en el egoísmo individualista. No olvidemos que
tanto el hombre-masa de Ortega como el individuo democrático de
Tocqueville son incompatibles con el liberalismo democrático que
defienden ambos pensadores.
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- (15) Tocqueville, A. La democracia en América. Libro segundo, segunda parte, capítulo tercero, página 227.
- (16) Tocqueville, A. La democracia en América. Libro primero, primera parte, capítulo octavo, página 153.
- (17) Tocqueville, A. La democracia en América. Libro primero, segunda parte, capítulo cuarto.
- (18) Tocqueville, A. La Democracia en América II, p. 162(19) A. de Tocqueville. La democracia en América. Libro segundo, Parte tercera, capítulo noveno.
- 19) Tocqueville, A. La democracia en América. Libro segundo, Parte tercera, capítulo noveno.
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- (24) Tocqueville, A. La Democracia en América. Editorial Trotta, 2019. Libro primero, capítulo 5, p. 100.
- (25) Zamora Bonilla, J. Ortega y Gasset. Plaza y Janés, 2002, pág. 191.
- (26) Vargas Llosa, M.ÂÂÂÂÂÂÂ De su conferencia pronunciada en la Residencia de Estudiantes de Madrid el 23-05-2006 “Rescate Liberal de Ortega y Gasset
- (27) Conferencia que dio José Luis L. Aranguren con motivo al homenaje a Ortega organizado por la Federación de Clubs Liberales de España en la sede del Instituto Internacional Miguel Ángel, 8 de Madrid
- (28) Tocqueville, A. La democracia en América. Libro primero, segunda parte, capítulo tercero, página 227.
- (29) Tocqueville, A. La democracia en América. Libro primero, segunda parte, capítulo séptimo, página 302.
- (30) Ortega y Gasset, J. La Rebelión de las masas. O.C. Alianza Editorial, Tomo 4, página 191.
- (31) Ortega y Gasset, J.ÂÂÂÂÂÂÂ Ideas de los Castillos, Obras completas, Tomo 2, Alianza Editorial, 1ª edición, 1983, pág. 425.
- (32) Esta reflexión de Tocqueville la pone de manifiesto S. GINER en su trabajo Sociedad-Masa: crítica del pensamiento conservador, Barcelona, Península, 1979, p. 88
- (33) Tocqueville, A. La democracia en América, segunda parte, capítulo décimo quinto, p. 592
- (34) Ortega y Gasset, J. La Rebelión de las masas. O.C. Tomo IV, página 180-181.
- (35) Zamora Bonilla, J. Ortega y Gasset, Plaza y Janés, 2002, pág. 423.
- (36) Renaut, Alain: Qu´est-ce qu´un penple libre?, París, 2005, p. 184
- (37) Tocqueville, A. La Democracia en América I, p. 186
- (38) Ortega y Gasset, J.ÂÂÂÂÂÂÂ Meditaciones de Europa. O.C., Tomo IX, p. 250.
- (39) Ortega y Gasset, J. La Rebelión de las masas. O.C. Alianza Editorial, Tomo 4, página 192
- (40) Lamberti, J.C.ÂÂÂÂÂÂÂ Tocqueville et les deux démocraties, p. 77
- (41) Tocqueville, A. La Democracia en América II, p. 186
- (42) Tocqueville, A. Estado Social y Político de Francia antes y después de 1789, Madrid, Alianza, 1982, página 38
- (43) Ortega y Gasset, J.ÂÂÂÂÂÂÂ Socialismo y Aristocracia. O.C. Tomo X, pág. 239
- (44) Lalcona, J.F. El idealismo político de Ortega y Gasset. Cuadernos para el diálogo, 1974, pág. 192.
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