Carthagineses y Romanos: Reinventado un mundo

Escrito por Carolina Pereyra Peña. Martes, 10 de septiembre de 2013.

Ahora, cuando veo lo que está pasando, descubro que, sin lugar a dudas, ella tenía razón. Que había que intentarlo. Que había una salida.

Lo recuerdo como si fuera ayer. Mi ciudad se derrumbaba, los militares partían hacia otros destinos, recuerdo edificios en llamas, recuerdo el temor a lo desconocido. Incertidumbre y miedo llenaban nuestros corazones mientras pensábamos que nuestra ciudad moría lentamente…Unos cuantos, inasequibles al desaliento estábamos allí. Lo veíamos. Teníamos que hacer algo antes del fin del mundo, de nuestro mundo.

Sé lo que estáis pensando. Pensáis que os hablo de las historia de Plinio y pensáis que soy uno de los antiguos. Pensáis que hablo de aquello que ocurrió hace 3000 años.

No.

Os hablo de ayer, de los noventa, de la crisis que cerró fábricas y comercios en Cartagena. Os hablo de cartageneros en la calle, de los bazaneros luchando en la carretera de la Algameca, de Riotinto a la entrada de la ciudad. Os hablo del olor y la nube oscura que cubría Cartagena las mañanas de verano.

Y entonces alguien tuvo una idea.

Porque Cartagena es especialista en fines del mundo. Ha vivido muchos fines del mundo: cuando llegaron los romanos, cuando vinieron los piratas, con el Canton, en la guerra civil. Y siempre que el mundo se acaba, Cartagena se levanta.

Era el momento del Ave fénix.

Carmen había encontrado unas “piedrecicas” de lo que resultó ser un magnifico teatro romano. En San José, en las obras de La Milagrosa, un panel de muralla y una cripta sorprendían a los cartageneros. El puerto quitaba las vallas desde las que se asomaba al mar nuestro submarino Peral.

Con la fuerza de un volcán, surgía la piedra como lava caliente dispuesta a incendiar nuestros corazones.

Era el momento y allí estábamos nosotros, los locos, y se nos ocurrió recrear el fin del mundo. El que nos contó Plinio el viejo en sus historias. Lo teníamos fácil. Tenía todos los ingredientes para ser una historia fantástica: Héroes, heroínas y reyes y princesas; codiciados tesoros y palacios. Dioses y lagunas embrujadas.

¿Crisis?¿qué crisis?. Llamamos a cada puerta, a cada casa, a cada comercio y en septiembre, el mes de la vuelta al cole y a la rutina, salimos a la calle.

Veo las fotos de esos primeros años y no puedo evitar sonreírme. El campamento hecho con tiendas de campaña en el parque de artillería y nosotros, con cuatro trapos, cinturones anchos, espadas forjadas en la bazán…

Aprendimos juntos. Aprendio Duly a hacer joyas y El Puche pasó de monederos y carteras a correajes y faldetas. Todas las maderas perdidas se convirtieron en escudos. Y llegó el campamento, cada vez más grande, cada vez más hermoso.

Lo recuerdo como si fuera ayer, porque en realidad lo fue.

Ahora nos veo, ruidosos y joviales, con los jóvenes pidiendo a gritos el relevo. Aprendiendo de nuestros errores y cometiendo errores nuevos. Oigo como si fuera ayer hablar de crisis y de locos que se van de fiesta “con lo que cae” y sé que, de nuevo, resurgiremos. Porque si de algo sabemos los cartageneros es de fines del mundo.

Y esos…los convertimos en fiesta y nos los bebemos con el asiático

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