PERIÓDICO DE SUCESOS, TRIBUNALES y TRÁFICO DE LAS COMARCAS DEL CAMPO DE CARTAGENA Y DEL MAR MENOR                                                                         booked.net

Historias de Alumbres (XXIV): La industria del esparto

El esparto –Stipa tenacíssima- es una gramínea que crece de forma espontánea por las zonas más áridas del Mediterráneo Occidental, y su área de influencia en la península se extiende  especialmente por el levante y sureste formando espartales.

Todos los datos nos llevan a la conclusión de que el esparto ha sido utilizado desde hace miles de años por los primeros pobladores de la península, aunque en su cultivo y comercialización tuvieron una importancia fundamental los cartagineses, y después los romanos continuaron la obra púnica.

El Campus Spartarius que llamaban los romanos está referido especialmente al sureste peninsular, y más concretamente a la capital cartaginense, porque era aquí donde se comercializaba el esparto y porque los espartales, estaban en las cercanías, no en balde esta zona fue denominada Carthago Spartaria.

El trabajo del esparto en Alumbres siempre fue una fuente de recursos, unas veces como economía familiar de subsistencia, otras para la obtención de unos recursos complementarios y por supuesto, la explotación del esparto mantuvo una interesante y próspera industria rural.

De hecho, en el año 1599, el Regidor Procurador General y Comisario de Cartagena, Diego Martín de Cifuentes, presentó en Cabildo un memorial sobre las torres de defensa de Alumbres en el que se dice “…y ahora como las dichas fábricas han parado totalmente más de 8 años, ha venido el dicho pueblo en tanta disminución y menoscabo que ni las torres son de provecho ni hay vecinos en él si solo dieciocho o veinte que solo viven de buscar plomo y coger esparto, sin tener como no tienen otras haciendas y labores.”

Sobre la importancia del esparto en la economía alumbreña también encontramos referencias durante la primera etapa del Ayuntamiento de Alumbres en el siglo XIX. Así, para evitar que el esparto y otros productos del monte fueran esquilmados sin autorización y sin la correspondiente contribución a las arcas municipales, en la sesión ordinaria del 3 de noviembre de 1813 el Concejo de Alumbres acordó: “…que el esparto que así mismo salga de la jurisdicción pague cada haz de esparto de 30 manos sin curar, medio real, y un real del curado, así mismo sobre cada haz de filete, también 2 maravedíes cada cubo de pleita, 4 maravedíes cada sarria o estera.”

En otro tiempo, vestidos, calzado (esparteñas), muchas herramientas y útiles variados más necesarios se fabricaban con esparto que había que recolectar de los montes cercanos.

Los productos de esparto tuvieron una larga vida, porque buena parte de los enseres utilizados, así como variedad de cuerdas, incluso papel y tejidos estaban confeccionados con este material, y otros períodos de baja, en los que la industria en la que se utilizaban sufrieron fuertes crisis arrastrando con ella a la del esparto, como la de la minería en los años 20 y 30, agravado con el Crac financiero de 1929, hasta el punto de que en 1936 el Inspector de Trabajo y el Alcalde de Cartagena tuvieron que mediar para resolver el conflicto laboral en el que estaban inmersos los trabajadores del esparto de la diputación de Alumbres.

Durante mucho tiempo, un buen número de mujeres del pueblo se dedicaron a esta labor, y se reunían para hacer pleita que luego llevaban a los pleiteros, quienes la transformaban en enseres y herramientas de diversa utilidad de la época, por cuya labor secundaria, algunas mujeres ayudaban a salir adelante a sus familias, y otras que no disponían de más ingresos que los que obtenían de este trabajo, tenían que multiplicarse para conseguir los recursos necesarios.

Sí, la industria del esparto proporcionaba unos ingresos extras a las mujeres que hacían la pleita, y un medio de vida para los pleiteros que dedicaban el día a ese trabajo en sus talleres, con cuyo  producto, los profesionales fabricaban después utensilios de la época, capazos, seras, serones, esteras, esportones, calzado, artes de pesca, bolsos, arreos de caballerías, etc.

Con el nombre de pleiteros son conocidas las familias Aguilar, Moreno y Ojados por su larga dedicación al oficio, aunque el esparto también lo trabajaron muchos más vecinos del pueblo.

En el padrón de Alumbres de 1889 sólo encontré una persona con el oficio de pleitero, y se llamaba Francisco Aguilar Albaladejo (antes de esa fecha no vi a nadie que se dedicara exclusivamente al trabajo del esparto en los padrones del pueblo) después y hasta la década de los 50 del pasado siglo XX, sus descendientes, Francisco Aguilar Barcelona, Bartolomé Aguilar, Francisco Aguilar Fuentes (algunos de los hijos de éste trabajaron en el oficio por un tiempo pero pronto cambiaron de profesión) continuaron el oficio hasta su decadencia y desaparición.

Otras familias como Salvador Moreno Zamora, Francisco Moreno López, Salvador Moreno Vidal, y José Ojados Sánchez y sus descendientes, Francisco, Juan, José, Antonio, Agapito, y Domingo Ojados Sanmartín, también trabajaron en el oficio, aunque a mediados de siglo tuvieron que dedicarse a otras labores. También fue pleitero José Ojados Hernández “Pepe Sotelo”, aunque parece que por poco tiempo. La aparición de otros materiales más modernos en el mercado como el caucho, el plástico, o la goma, por ejemplo, dejaron obsoleto el esparto, cuyo declive comenzó en la década de los ´50 del pasado siglo XX.

También es preciso apuntar, que poco antes de iniciarse la decadencia de la industria del esparto, en Alumbres se contabilizaban más de 10 pleiteros, y tal era la pujanza de la profesión que se formó un equipo de fútbol llamado “La Guita”, que es como se conoce el cordel fino que se hace con el esparto, y que representaba a los trabajadores que se dedicaban a esta actividad.

Por último, Carlos Romero Galiana, en su libro Antología de los molinos de viento de Cartagena, dice que un antiguo cliente suyo de muy avanzada edad solía contarle una historia del Molino espartero de Alumbres, el del Tío Paco el del Garabito y lo expone así “Me contaba que su padre le habló en repetidas ocasiones, que el tío Paco el molinero salía por el pueblo a vender el esparto picado por el molino en un carrito tirado por dos perros: el Moro y el Garabito.”

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