Solemnidad del cuerpo y la sangre del Señor

Escrito por Rogelio Abad. 4 de junio de 2015, jueves.

En esta ocasión no voy a hablar de los orígenes de esta fiesta que tuvo  lugar en Lieja y, por supuesto, de la visión de Juana Mont Millón, pero sí he de decir que en siglo XVI esta fiesta fue aceptada por Roma, siendo durante siglos el punto principal de confluencia de piedad popular hacia la eucaristía. En los siglos XVI y XVII la fe, reavivada por la necesidad de responder a las negaciones del movimiento protestante y a la cultura, han contribuido a dar vida a muchas significativas expresiones de piedad popular para el misterio de la eucaristía

Cuando se celebra la misa antes de la procesión, para mí es la cena del Señor, teniéndose un recuerdo muy especial de la institución de la eucaristía cuando Jesucristo cenó con sus discípulos y les hizo entrega del sacramento de su cuerpo y de su sangre para ser celebrado en las iglesias. Sin embargo, la solemnidad del cuerpo y la sangre de Cristo se ofrece a la piedad de los fieles; ese culto de tan salvifico sacramento por el que se celebran las maravillas de Dios significas en Él y realizadas por el misterio pascual para que aprendamos a participar en el sacrificio eucarístico y a vivir mas intensamente en Él para que veneren la presencia de Cristo en el Señor en este sacramento y se den las debidas gracias por los bienes recibidos.

Pero existe una grandísima peculiaridad en esta celebración nacida de la piedad de la Iglesia; donde en ella el pueblo cristiano, llevando la eucaristía, recorre las calles con un rito solemnísimo de cantos y oraciones rindiendo con ello el público un testimonio de fe y piedad hacia este sacramento.

Personalmente, pienso que esta devoción, con tanto arraigo en nuestra querida Cartagena, debe de ser educada para que capte las realidades de fondo tales como:

A. Que el punto de referencia supremo de la piedad eucarística es la pascua del Señor

B. Que toda forma de devoción eucarística tienen una relación esencial con el sacrificio eucarístico, y es porque dispone a su celebración o bien porque prolonga las actitudes culturales y existenciales.

Yo pienso que la procesión del Corpus Domini, nacida como una prolongación de la misa ‘del deseo de ver la hostia’, ha evolucionado, llegándose a convertir en la fiesta de la realeza de Cristo, adquiriendo con ello un carácter de purificación, pues la grandeza del Señor bendice a la ciudad de Cartagena y sus habitantes.

La desproporción entre la importancia de la misa que se da a la procesión nunca debe descompensar el significado de la eucaristía, pues el culto eucarístico debe descompensar el significado de la eucaristía, pues este tipo de culto debe de manifestar siempre dependencia y conexión, que de por si tiene una importancia de primer orden para todos los cristianos y, sobre todo, en los cofrades de Semana Santa, que no sólo consiste en sacar una procesión a la calle y los correspondientes actos para-liturgicos

 

 

 

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